Ya hacia días y días que venía renegando con tan vil implemento de impresión, donde parece que los artefactos toman vida propia y se revelan contra sus dueños en una suerte de acto revolucionario con objetivos definidos de liberarse de la opresión del trabajo propiciado por la dictatorial manera de ordenarle los trabajos, pero la cosa obviamente no venia por ese lado ya que ese dichoso aparato, por suerte, no es un ser vivo ni tiene conciencia propia.
En el día de hoy ya desbordado por el fastidio y por los $$ no ganados en este último tiempo decidí ponerle punto final a la situación, tomando medidas drásticas, ya que los métodos convencionales luego de enésimos intentos no surtían efecto alguno. Pensé en exorcizarla a la manera antigua, como hacía la inquisición en la edad media con la gente considerada bruja o hereje pero por suerte quedaban otras alternativas a probar que la podían llegar a salvar de un terrible destino y no me dejarían olor a plástico quemado en la ropa.
Después de mucho meditar me decidí, agarré el destornillador y me decidí a destriparla, tornillos por un lado, cables por otro, corrió y se derramó mucha tinta con la cual todavía siguen manchados los instrumentos de desguace.
Llegué al bendito cabezal de impresión luego de pasar por un lodazal de tinta de todos los colores que se quedó impregnado en las manos y otros objetos cercanos, el papel y el alcohol cumplieron su propósito, tal vez uno emborrachando y el otro atizando golpes, o simplemente el diluyente en acción conjunta con el papel absorbente.
Sea cual fuere lo que haya ocurrido se llegó a la solución, la impresora en caso de estar poseída ha sido exorcizada, si intentaba insurreccionarse abandonó sus acciones revolucionarias o simplemente la logré "reparar".
La cosa es que ahora felizmente vuelve a imprimir espléndidamente como al principio, pero dudo que esta historia se termine aquí.
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